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Mitos sobre alimentación y autismo

  • La relación entre autismo y nutrición debe fundamentarse en un enfoque basado en la evidencia.
Dos hombres autistas haciendo comida en una olla

La falta de información rigurosa, los mitos y las falsas creencias inciden negativamente en la visión que la sociedad tiene del autismo. Algunos de ellos tienen que ver con la nutrición y las dietas, contribuyendo en muchos casos a divulgar prácticas alimentarias que no solo no resultan eficaces, sino que pueden poner en riesgo la salud de las personas autistas.

Con el objetivo de acabar con estos mitos sobre alimentación y autismo, compartimos este interesante artículo de nuestra compañera Arancha Arroyo, psicóloga del área de Investigación de Autismo España.

Mitos sobre alimentación y autismo

Algo que por desgracia se observa con mucha frecuencia en el mundo de la discapacidad es que la falta de información rigurosa, unida a la presencia de mitos y falsas creencias, inciden de manera muy negativa sobre la visión que la sociedad tiene de la misma. En lo referente al autismo, algunos de estos mitos tienen que ver específicamente con la nutrición y las dietas y, en muchos casos, acaban fomentando prácticas alimentarias que no solo no resultan eficaces, sino que pueden llegar a ser contraproducentes para la salud de las personas con autismo.

Lo primero que debe quedar claro es que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo que surge de una compleja interacción de factores genéticos y ambientales, no de aspectos dietéticos. Esta idea está contrastada y es la que comparte toda la comunidad científica. Pese a ello, resulta relativamente fácil encontrar en Internet fuentes –de nula credibilidad– que promulgan ideas excéntricas, como que ciertas dietas ­–por ejemplo, aquellas que excluyen el gluten o la caseína– poseen la capacidad de “curar” el autismo.

No cabe duda de que, por su simplicidad y por la falsa esperanza que generan, estas afirmaciones resultan atractivas y llaman la atención de gente que busca “remedios” o “curas” milagrosas. Pero también es cierto que estas ideas resultan, cuanto menos, engañosas. Aunque algunas personas con autismo pueden beneficiarse de ajustes dietéticos debido a alergias o intolerancias alimentarias, debe quedar claro que no hay ningún tipo de evidencia científica que respalde la afirmación de que tales dietas ejerzan un efecto curativo sobre el autismo en sí.

Otra idea errónea, también relativamente extendida, es que las personas con autismo adoptan, por norma, hábitos alimentarios poco saludables. Esta generalización no sólo ignora la diversidad dentro del espectro del autismo, sino que tampoco tiene en cuenta los múltiples factores que pueden influir en la dieta de una persona, independientemente de su condición neurológica. No se debe olvidar que cada persona con autismo es única, por lo que las preferencias alimenticias varían mucho entre ellas. Además, aunque en algunas personas con autismo se puede dar una selectividad alimentaria, esta no debe interpretarse como sinónimo de una dieta poco saludable.

Por último, otro mito relativamente extendido señala que determinados suplementos nutricionales (por ejemplo, vitaminas y minerales) o compuestos “milagrosos” pueden prevenir o incluso revertir los síntomas del autismo. Esta es otra idea que carece por completo de evidencia científica que la respalde. Aunque ciertos suplementos, en el contexto de una nutrición sana y equilibrada, pueden desempeñar un papel importante en el bienestar general de algunas personas, actualmente no existe ningún suplemento que pueda “curar” autismo.

En conclusión, la relación entre autismo y nutrición debe fundamentarse siempre en un enfoque basado en la evidencia. Los mitos y demás generalizaciones simplistas carentes de base empírica no sólo resultan engañosos, sino que pueden llegar a poner en riesgo la salud de las personas con autismo.

Arancha Arroyo Chaves

Psicóloga del área de Investigación de Autismo España