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28.01.2021 Sensibilización

“Mi arte nunca me abandonará y es en lo que más confío. Me ha ayudado a crecer y a levantarme cada día con ilusión y con ganas de cumplir mis metas”.

Me llamo Lluís Molina y soy un pintor e ilustrador TEA (trastorno del espectro del autismo) grado 1. Recibí mi diagnóstico a los 35 años, hace poco más de un año.

El dibujo y la pintura han sido siempre mi soporte: de niño me permitía fijar la mirada en el papel para no tener que interactuar con otros y mirarles a los ojos. También así atraía a aquellos que tenían interés en el dibujo, a modo de filtro.

Mis creaciones siempre han estado allí como el amigo leal y fiel que a veces me faltó, así que no paré de indagar en el terreno: dibujos animados, pintura, murales, cómic… me permitió a medida que crecía contactar con otros artistas de mi pueblo, sobre todo músicos, así que resultó un apoyo para pulir mis habilidades sociales también. Tuve suerte de que en el tópico de pintor caben muchas excentricidades, así que se me toleraron muchas de mis manías, obsesiones y rarezas por identificarme con esta profesión.

A lo largo de los años me fui dando cuenta de que específicamente mis pinturas representan una muleta muy importante para sobrellevar mis dificultades, especialmente para digerir mis lentos procesos emocionales y como ejercicio de introspección que me ha ayudado muchísimo en mi autoconocimiento, identificación de mis sentimientos, de cómo gestiono los estímulos del mundo y cómo entiendo la vida, mis diferencias con la cultura general imperante y el status quo… No sé qué haría sin mi producción plástica; sinceramente, andaría completamente perdido, como aquel ingenuo y frágil joven de 20 años al que engañaban y utilizaban fácilmente. Me siento afortunado de que el dibujo haya estado acompañándome desde siempre y nunca me haya abandonado. Yo me vuelco en él y su retorno es lo más fructuoso que me haya podido dar cualquier otra actividad en mi vida.

Me pongo muy intenso, pero esta vocación mía lo es. Podría afirmar incluso que me ha salvado la vida y ayudado a que mi salud mental sea más estable de lo que hubiera sido de otro modo. Con mi reciente diagnóstico estoy entendiendo el porqué de muchas dificultades y situaciones que he vivido y está siendo un cambio de paradigma muy positivo. Me siento orgulloso de mí mismo, mi lucha fructuosa y agradecido al arte, que ha sido y será mi muleta que suaviza mis dificultades y me da aliento para seguir.

El diagnóstico también ha supuesto un aterrizaje, entender más claramente cómo funciona la sociedad y por qué muchas de mis reticencias y prejuicios me eran contraproducentes para convivir con otras personas diferentes. Y especialmente el por qué, pese a mi arduo trabajo artístico, jamás he conseguido un trabajo estable como ilustrador o exposiciones para mis cuadros… Nunca tuve en cuenta más que mi necesidad, de forma ególatra, sin adaptación alguna a empresa o público. No me juzgo ni avergüenzo, ya que ha sido muy positivo para mi vida, tal y como contaba. Aunque sé que me costará encontrar un encaje profesional, seguiré aprendiendo e intentando entender cómo hacer de mi pasión una fuente de ingresos para sustentar mi modesta vida, ya no más sacrificios en trabajos de cara al cliente que me causan fricciones con mis valores y habilidades.

Mi arte nunca me abandonará y es en lo que más confío. Me ha ayudado a crecer y estoy seguro que continuará sosteniéndome, ayudando a que me levante cada día con ilusión y con ganas de cumplir mis metas.

Gracias por todo, mi querido e irremplazable amigo, mi arte.