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«Mi patio. Mi mundo»

  • Compartimos un nuevo relato de Adriana Nash, mujer autista que escribe historias en las que narra, desde la intimidad y la sensibilidad, su paso por distintas etapas de la vida.

Mi patio. Mi mundo.

Mi patio es un susurro de risas y gotas, un rincón donde los recuerdos se vuelven luz.

Allí pienso, sueño y me abrazo a mí misma, pequeña y mujer, curiosa y feliz.

– ¡Esta niña siempre gastando agua!   -decía mi madre todos los días.

Y es que no solo del tendedero colgaban camisas y sábanas, sino también una larga cinta verde que transportaba agua. Me sentaba debajo, dejando que las gotas me abrazaran como secretos que solo yo lograba entender.

Jugaba a que llovía solo para mí, cada gota era un tesoro diminuto de felicidad.

Risas, cantos delicados y genuinos, llenaban de alegría a mi familia y coloreaban el patio donde pasaba mis días. Era un rincón donde mi manera de sentir alcanzaba a florecer libre y suave.

Sentada en aquellos azulejos rojos, con la espalda apoyada en la máquina que se mecía suavemente, esperaba sentada mi mantita amarilla, hecha jirones de tanto arrastrar y abrazar, que terminara de blanquearse después del lavado. Fue difícil desprenderme, como si cada hebra guardara parte de mi mundo.

Ahora, ya colgada para secarse; entre mis dedos, deslizaba la tela, llevándola a la boca en un gesto tierno que me calmaba y hacía sentirme protegida. Esa mantita era mi refugio diario, un abrazo silencioso que me susurraba que todo estaba bien y que siempre habría un rincón donde conseguiría sentirme segura y querida.

El otro patio, el de mi padre, guardaba sombras que me inquietaban: herramientas dormidas, sapos, ranas, insectos escondidos entre rincones oscuros. Un escalofrío me recorría el cuerpo, pero no lograba dejar sonreír al sentir el atardecer, acariciando mis hombros con el viento jugando con mis dedos y mi mantita amarilla.

Entre la dulzura de mi patio y el temblor de mi miedo, encontraba destellos de alegría, pequeñas gotas de felicidad que brillaban como luz sobre el piso rojo. Cada sombra quedaba atrás cuando se permitía sentir la calma y la belleza de su mundo, donde lograba ser yo misma.

Llegaba la tarde, la hora de la merienda. Me sentaba en el patio, mientras el atardecer teñía de naranja los pisos rojos y las piedras de río que siempre traía conmigo.

Una de esas tantas tardes, un avispón se posó cerca; quieta, con la mirada curiosa e inocente, lo tomé suavemente entre mis dedos, sin darme cuenta, acomodó su aguijón y me picó. Lloré, claro, se me abultó el dedo, tanto me duró el susto que no fui al patio unos días. Me llené de valor y por fortuna pude jugar otra vez allí, sin tocar nada que se moviera. Han de saber que fui picada muchas veces.

Esa ingenuidad, pura y tierna, me hacía fuerte en mi mundo, capaz de vivir cada instante con alegría, aunque también mostraba lo frágil que sería frente a los peligros, que no comprendía mi diferente manera de sentir.

Hoy, ya no soy tan niña, pero sigo llevando conmigo las mismas emociones de aquel patio.

Durante la vida, tuve que recrear en mi mente patios, mantas amarillas para alejar los miedos y refugiarme en mi corazón y fantasía.

Por suerte, he podido volver a esos días: ahora tengo un patio, el agua que me envuelve, mi mantita amarilla, los recuerdos que acarician mi piel y alma… también mis miedos: salamandras y bichos pequeños que aún representan el peligro para mí.

Casi a los 60 años, en otro país, sin las risas de mi familia, sigo encontrando en cada gota, en cada risa, en cada canto, en cada abrazo silencioso, el amor y la ternura que me acompañaron siempre, recordándome que mi mundo, único y delicado, es un lugar donde puedo sentirme completa, protegida y feliz.

 

Adriana Nash

2025

 

«Relatos desde el corazón autista», la historia de Adriana en primera persona

Durante mucho tiempo, a Adriana le fue difícil encontrar formas de expresar cómo vivía el mundo, cómo sentía las emociones o cómo transitaba la memoria. Sin embargo, tomó clases de escritura y descubrió que, a través de las metáforas, podía contar historias que conectan con su verdad y con la de muchas otras personas. Así nació «Relatos desde el corazón autista», donde narra, desde la intimidad y la sensibilidad, su paso por distintas etapas de la vida. Son relatos breves sobre la infancia, la soledad, la creatividad, la percepción diferente del entorno, los vínculos, la resiliencia o la identidad. 

Con estos relatos, Adriana quiere llegar a:   

  • Mujeres adultas que han vivido en silencio su neurodivergencia o sus emociones. 
  • Personas autistas, para ofrecerles una voz cercana. 
  • Lectores en general, que deseen asomarse con empatía a una vivencia que también es universal. 

Algunos de estos relatos incluyen cuadros de su autoría, integrando palabra e imagen como forma de expresión artística. 

Si quieres, puedes contactar con Adriana en el mail: nashradriana@gmail.com. También puedes cobnsu

 

Autismo España no se hace responsable de las opiniones vertidas que se emitan en esta sección puesto que son de carácter personal, y no necesariamente reflejan la posición de Autismo España.